jueves, 1 de agosto de 2013

El barrio de Mangana. Su sinagoga y su iglesia


¿Una parroquia en Mangana?
La sinagoga se convierte en iglesia y las sepulturas de los Montemayor a la catedral

Enterramiento de los Montemayor
en la Catedral de Cuenca
Para encontrar referencias sobre esta parroquia hay que sumergirse en la historia del barrio judío de Cuenca, situado en la zona de Mangana. La antigua sinagoga es transformada en iglesia y dedicada a Santa María, que para evitar confusiones con el nombre de la Catedral, la llamarán “Santa María la Nueva”. Es la familia de Montemayor quien funda la nueva capilla en 1426, su titular fue Juan Alonso de Montemayor.
Hagamos algo de historia. Según avanzaba la reconquista iban floreciendo diversas juderías en ciudades como en León, Toledo, Cuenca, etc. Un gran número de los judíos pasan a ser súbditos de los reinos cristianos y en Castilla fueron considerados propiedad de los monarcas. La judería en Cuenca se sitúa en el barrio del Alcázar, en la actualidad Mangana.
En 1290, Cuenca es una de las ciudades con mayor presencia judía, al ocupar la cuarta posición en Castilla, por su situación socio-económica con un sector industrial y mercantil muy desarrollado, que facilita el enriquecimiento de estas familias.
Judíos y conversos han estado presentes en la Corte de los reyes de Castilla desde antes de la Reconquista, ejerciendo cargos de financiero contadores, tesoreros, arrendadores de impuestos, prestamistas, etc. Sin embargo con el paso del tiempo su presencia empezó a ser cada vez más molesta. La enemistad entre la comunidad judía y cristiana se estuvo fraguando durante siglos.
En el año 1391 los cristianos se lanzan sobre la judería, hecho que se da a nivel nacional. En Cuenca el asalto a la judería se maquilla al circular la leyenda de los amores de un caballero cristiano, Fernando Sánchez de Jaraba y una hermosa hebrea llamada Isabel. Dispuesta a contraer matrimonio, la muchacha se convirtió al cristianismo, despertando los celos de un pretendiente judío. Reunida secretamente la comunidad hebrea para juzgar su traición, la joven desapareció, corriendo la voz de que había sido crucificada y enterrada. Los cristianos, exaltados por el rumor de que los judíos sacrificaban niños y doncellas en el transcurso de sus ritos, asaltaron la judería, provocando una matanza que ha pasado a los anales de la ciudad. Después de la matanza de judíos la mayoría de los judíos decidieron convertirse.
El obispo Juan Cabeza de Vaca, en 1403, la iglesia de Santa María La Nueva es trasformada en parroquia. Lo notable es que el barrio del Alcázar pasó a ser un barrio de conversos que acudían al culto cristiano en Santa María la Nueva. Hasta finales del siglo XV podía leerse las bendiciones de Yahvé al estar escritas en letras hebreas en el friso que corría a lo largo de los muros en el interior del templo y que persistieron a la vista de los fieles, según testimonio de Cuéllar, hasta que fueron borradas en 1489 por mandato de la Inquisición, fecha en que se hizo patente su presencia. El Texto pertenecía al Deuteronomio 28,8; según la Biblia de Bover-Cantera decía así: “Yahve ordena la bendición que esté contigo, en tus cilleros y en todas tus empresas y te bendecirá en el país que Yahve, tu Dios, va a darte”.

Escudo de armas de los Montemayor
La aparición de la Inquisición, autorizada por bula del papa Sixto IV, a instancia de los Reyes Católicos, instaurado en 1478, tiene gran relevancia en la vida española. La persecución atroz a los judíos y a los cripto-judios tendría su punto final con el edicto de expulsión del 31 de marzo de 1492.
El primer edicto de gracia que promulga la Inquisición en Cuenca fue en la primavera de 1489, organizando una procesión penitencial desde la ermita de San Roque, situada en extramuros hasta la Parroquia de Santa María la Nueva, donde los confesos recibirían la absolución y se comprometieron a reedificar y reparar la iglesia. Fue entonces cuando se taparon las letras hebreas de la inscripción y se cambió el nombre de “Santa María la Nueva” por “Santa María de Gracia”.

Los judíos conversos eran dados a la construcción de capillas y hacer donaciones a la iglesia de Santa María para demostrar socialmente su conversión. Las capillas de la citada iglesia pertenecían a la familia de Montemayor y Teruel, ambas emparentadas por el matrimonio de Alfonso de Montemayor con Catalina  de Teruel, y otro hermano de Alfonso de Montemayor estaba casado con Inés Alfonso, hermana de Alfonso de Montemayor. De este matrimonio fue hijo Diego Pérez de Teruel, el cura de San Andrés, cuya estatua yacente se hallaba en la Capilla de los Teruel de la iglesia de Santa María. Pedro estuvo casado en primeras nupcias con María de Cañizares, hermana de Diego Ramírez de Cañizares, también descendientes de conversos y que tenían capilla en Santa María.
La iglesia era de una sola nave, de medianas proporciones, con dos capillas laterales adosadas. La nave era de figura irregular, un rectángulo con un ensanche a la altura de la capilla de Cristo de los Esclavos. La obra de los muros era de mampostería con pilastras que sostenían la techumbre. La torre, en la que había dos campanas, estaba adosada a la cabecera del templo, junto a las casas también adosadas. Había dos puertas al exterior; la principal, con su cancela en el muro de la izquierda o muro norte, cerca de los pies de la iglesia, se abría bajo arco de medio punto y tenía tejadillo protector. Delante de ella había un patio empedrado. La otra parte salía al mediodía, a través de una navecilla de cielo raso, aprisionada entre otras edificaciones. El retablo mayor había sido construido en el siglo XV. En el siglo XVII se sustituye por el realizado por el escultor Martín Fernández y del pintor y dorador Jerónimo de Mayorga, según las cuentas parroquiales de 1624.

Por un inventario de 1722 sabemos que en este retablo figuraban 8 imágenes de cuerpo entero y 2 ángeles. Había un Crucifijo en el remate, con Ntra. Señora y San Juan. Luego estaba San Pedro, San Francisco, San Julián y San Blas. En medio del retablo estaba la imagen de Ntra. Sña. de Gracia, la titular, con cerco de rayos, todo dorado. Esta imagen era gótica.
En el cuerpo de la iglesia había dos altares, uno a la derecha dedicado a San José y otro a la izquierda dedicado a Santa María Magdalena. Junto al altar de San José es donde se hallaba la puerta del mediodía y en la misma banda el púlpito. La capilla bautismal estaba debajo del coro.
Las capillas laterales pertenecían a las familias de los fundadores, como la de los Cañizares, situada a la derecha. A continuación se haya la de los Montemayor, dedicada a San Ildefonso. En ella estaban los enterramientos con figuras de alabastro de cuerpo entero.
Escultura de alabastro de D. Juan Alfonso de Montemayor el Viejo
Estos sepulcros fueron trasladados a la Catedral en 1912. Así los describe Bermejo: “Puede observarse, empotrado bajo un hermoso y estilizado arco de medio punto, con adornos y baquetones góticos, otro arco más pequeño y rebajado, de bella decoración gótica, formada principalmente por caireles y hojas de cardo, bajo el cual se encuentran, escalonadamente dispuestos, los dos espléndidos sepulcros, trabajados en alabastro de Juan Alfonso de Montemayor el Viejo y Juan Alfonso de Montemayor el Mozo… Son dos  encantadoras estatuas, de la mitad del siglo XV, de una gran sencillez de línea en el tratamiento de paños y dotadas de gran verismo, no obstante su antigüedad y el arcaísmo que ostentan”.

Este enterramiento se encuentra actualmente en la Catedral de Cuenca a continuación de la capilla de San Martín, en la nave sur.
Escultura de alabastro de Juan Alfonso de Montemayor el Mozo
 
Ante la sicosis despertada por la caída de la torre del Giraldo de la Catedral, en 1902, el número de denuncias, por parte de los vecinos de la zona se duplicaron en el Obispado, por el mal estado de la parroquia de Santa María de Gracia. En reunión extraordinaria del Cabildo Catedralicio de Cuenca, celebrado el 17 de diciembre de 1912 daban cuenta al Señor Obispo Wenceslao Sangüesa, que era preciso demoler la antigua parroquia por amenazar ruina perdiéndose para esta ciudad un baluarte histórico muy significativo para la historia de esta real ciudad.

 
 
Cuenca, 1 de agosto de 2013
José María Rodríguez González