domingo, 11 de octubre de 2015

Las joyas de la reina Isabel la Católica sufragaron los gastos del descubrimiento de América


El bello gesto de la Reina

Corría el siglo XV cuando Colón andaba buscando financiación para un sueño que se antojaba quimérico, nadie lo tomaba en serio y fue una mujer, Isabel la que creyó en él abriendo un camino de leyenda que le negaba la ciencia de la época, poniendo el corazón frente al cerebro, el espíritu frente a lo material.

Las tres carabelas, símbolo de la Hispanidad actual, renuevan su existencia por estas fechas y mantienen erguido el nombre de la Patria, cuya enseña llevaron allende los mares. La velada de la Rábida, los consejos del Prior Fray Juan Pérez, la visita a los reyes, las Capitulaciones de Santa Fe, el puñado de reclusos, la venta de las joyas reales, los clérigos numerosos, los elevados ánimos, todo nos habla de una nación cuyo nombre máter, cuyo nombre inmortal , es España.

El día 3 de agosto de 1492, se hicieron las carabelas a la mar, Pinta, Niña y Santa María con rumbo indefinido, firmes sus proas hendieron las olas bajo la bandera insigne que se aventuró por rutas vírgenes.

Transcurrieron varios meses de travesía, la impaciencia hizo mella en la tripulación, ya quedaba muy atrás las Islas Canarias y comienza a escasear lo víveres y la tierra prometida no aparece. La moral huye presta de aquellos hombres. Todos los sucesos que nos relatan las crónicas se van desmenuzando en las carabelas: el escepticismo, los motines, la terrible impaciencia, así hasta que se divisó tierra. El 12 de octubre de 1492 en que la tripulación de la Pinta escuchó el grito alborotado de ¡Tierra! Seguido de una salva de cañonazos. Guanahari, San Salvador, estaban a la vista. La India, la tierra de las especies se presentaba ante los ojos de los españoles.

Ese día al paso de los años vió acrecentarse el imperio de la civilización, el imperio de la Fe cristiana, el imperio de España. Vió cómo aquellos artífices de nuestra historia fundían su sangre con los aborígenes en abrazo fraterno. Vió nuevas gestas impresas para siempre en el tiempo. Contempló a Pizarro, a Luque, a Cortés, a Balboa, a Legazpi, etc., todos sangre y genio español.
Armadillo de las arquerías góticas de la
Catedral de Cuenca
(*) José Mª Rodríguez González

Es la Catedral de Cuenca testigo de la proeza española, pues sus pareces recogen la zoología que encontraron nuestra gente al llegar al Nuevo Mundo. Los armadillos, el pez globo, el dodo, el cangrejo ermitaño, la mazorca de maíz, etc. Cuantos años, cuantas vicisitudes, cuantas desgracias gloriosas pasaron para llegar a nosotros esos testigos que guardan las piedras que hablan como espectadores mudos de los hechos. Son los triunfos esculpidos en la piedra en los arcos góticos del siglo XV de nuestra Catedral, son los laureles del mayor descubrimiento de todos los tiempos, haciéndonos a los conquenses partícipes de los hechos acaecidos en 1492.

Cuenca, 8 de octubre de 2015

José María Rodríguez González. Profesor e Investigador histórico

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