miércoles, 1 de febrero de 2017

La Candelaria y la Purificación de Ntra. Señora

 Esta ceremonia fue instituida por el Papa Gelasio a finales del siglo V y que se conoce con el nombre de Candelaria.


La Candelaria no se entiende sin hacer referencia a la Purificación de Ntra. Señora. El objeto de esta festividad se atribuye al Papa Benedicto XIV, su celebración se remonta a los tiempos apostólicos. Por el siglo V se celebraba como fiesta de guardar. En la Iglesia griega y en la de Milán se celebra el 2 de febrero entre las festividades más solemnes de Nuestro Señor.

Trascurridos los cuarenta días señalados por la ley, María se presentó en el templo para cumplir la ley, acompañada de San José y con su hijo en brazos (Lc.2, 22-39). Con este hecho se daba cumplimiento a la profecía del profeta Ageo. Fue el profeta Malaquías el último en confirmar esa profecía. La ley decía: “Habló Dios a Moisés diciéndole: Conságrame todo primogénito, todos lo que abre el seno materno entre los Israelitas. Ya sean hombres o animales, míos son todos” (Ex. 13, 1-2). Hasta que le fue otorgado el mantenimiento del culto al templo a la tribu de Leví, todo primogénito debía ser ofrecido al servicio del templo. La ley creó la exención, compensando esta dedicación, por medio del pago de cinco siclos de plata, sólo si la familia no podía entregarlos el niño se quedaba con el sacerdote y era educado en el servicio del altar.

La Virgen quiso cumplir todas estas prescripciones. Según cuenta la tradición María dijo al sacerdote: “Hoy se cumple el cuadragésimo día desde que tuve a este hijo, fue circuncidado al octavo día y se le puso por nombre Jesús”. Entregó la ofrenda de dos tórtolas y dos palomas. Hay que advertir que no era necesario llevar a Jerusalén al niño, bastaba con que el padre pagase el impuesto al sacerdote, no antes de los 31 días después del nacimiento, para cumplir con lo establecido en la ley. Otra de las disposiciones legales era (Lev.12, 1-8) que las madres deberían presentarse en el templo para su purificación, de la impureza legal que habían contraído, a los 40 o 48 días según fuera el infante niño o niña.

La Iglesia  Católica acostumbra a bendecir las velas o candela de un modo solemne el día 2 de febrero. Esta ceremonia fue instituida por el Papa Gelasio a finales del siglo V y que se conoce con el nombre de Candelaria. Los cirios que se bendicen antes de la misa de la Purificación simbolizan a Ntro. Sr. Jesucristo. Ateniéndonos a la iconografía dice San Anselmo, al explicar este misterio, que hay que considerar tres cosas en el cirio: la cera, la mecha y la llama. La cera, obra de la abeja virginal, es la carne de Cristo; la mecha, que es interior, es el alma; y la llama, que brilla en la parte superior, es la divinidad.

Los cirios llevados en procesión, instituida por el Papa Sergio en el siglo VII, simbolizan una manifestación de fe, siendo el símbolo de la Iglesia que avanza para ir al encuentro del divino Emanuel, recordando la escena en el Templo de Jerusalén.

Los cirios bendecidos en la Candelaria siguen con el siguiente ritual: “Señor Jesucristo verdadera luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, derrama tu bendición sobre estos cirios y santifícalos con la luz de tu gracia, y así como estos cirios encendidos con fuego visible dispersan las tinieblas, dígnate hacer que nuestros corazones, iluminados con fuego invisible, es decir, con el esplendor del Espíritu Santo, queden libres de la ceguera de todos los vicios, a fin de que, purificada nuestra alma, podamos ver las cosas que te son agradables, y útiles a nuestra salvación, y merecer después de las sombras y peligros de esta vida, llegar a la luz que no se extingue jamás”.


Estos cirios se suelen encender como protectores en los días de tormenta cuando los truenos retumban, para obtener la protección divina y para expulsar el demonio del lugar donde se experimenten sus perniciosos efectos; pero sobre todo en el lecho de muerte, para alejar del moribundo al demonio, es en ese momento cuando hace el demonio el supremo esfuerzo, para arrancar a Dios el alma del que lucha en la agonía. 

2 de febrero de 2017
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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