jueves, 23 de marzo de 2017

La reliquia de la Santa Corona. Recibimientos que hizo el Rey Luis IX de Francia


TERCER VIERNES DE CUARESMA

El arzobispo de Sens que fue encargado por el mismo Luis IX de referir esta traslación, apunta una particularidad interesante: y es que “durante todo el viaje ni una sola gota de agua cayó sobre los que acompañaban la Santa Reliquia, a pesar de los muchos nublados y las frecuentes lluvias que caían luego que había llegado a los sitios en donde debía pararse.

Tan pronto como supo Luis IX que el cortejo había llegado a Traves de Champaña, salió para allá acompañado de su virtuosa madre, Doña Blanca de Castilla, de sus hermanos los príncipes, y de los prelados y nobles de su corte.

El 10 de agosto de 1239, fiesta de San Lorenzo, se encontraron dos comitivas y fue conmovedora, en verdad, la presentación al Rey y a la Corte del Arca que contenía la reliquia. Se destapó primero la caja de madera de cedro sellada con las armas de los nobles franceses y se examinaron las actas que daban fe de la autenticidad de la reliquia. Se procedió después a abrir el arca de plata y. acto seguido el vado de oro puro que encerraba la sagrada corona. El arzobispo de Sens, presente en el acto, dice que la vista de este instrumento de suplicio evocaba vivamente el misterio adorable de un Dios sufriendo por la salvación de las almas y que este espectáculo emocionó profundamente a todos los presentes.
Virgen de la Esperanza (Cuenca)

Al día siguiente, se llevó la reliquia a la metropolitana de Sens a hombros del rey y de su hermano el Conde Roberto de Artois, que iban descalzos y humildemente vestidos, aunque con acompañamiento de los prelados y señores de la corte, igualmente descalzos.

Fue una procesión triunfal: numeroso clero, innumerable gentío, espléndida iluminación hacían patente el gozo que desbordaba de todos los corazones.


Al día siguiente salió el Rey para París en donde ocho días después tuvo la entrada solemne de la Corona de Espinas. En las afueras, cerca de la Iglesia de San Antonio se levantó un estrado muy alto sobre el cual se expuso el cofre de la veneración del pueblo. El Rey Luis IX y su hermano lo llevaron a hombros hasta la catedral y la sagrada reliquia fue depositada provisionalmente en la capilla de palacio, dedicada a San Nicolás, hasta que el piadoso Rey hizo labrar un relicario digno del tesoro que debía encerrar; este fue la Santa Capilla, verdadera joya arquitectónica.

Aquí me quedo por este viernes, pues aún nos restan unos pocos hasta el Viernes de Dolores. Queda pendiente para el próximo viernes: qué paso con la reliquia durante la Revolución francesa y por último os hablaré sobre la dispersión de las espinas por distintos países.

Un saludo y gracias por leerme.

Cuenca, 24 de marzo de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario