sábado, 15 de abril de 2017

El fuego Sagrado del cirio Pascual

El fuego nuevo, símbolo de la resurrección, era recibido con veneración por nuestros antepasados. 


Poco a poco la Semana Grande de Cuenca, su Semana Santa va trascurriendo. Las procesiones han recorrido nuestras calles, representando la Pasión de Cristo, en el particular Gólgota de la ciudad. Días para unos de divertimiento y expansión y para otros días de reflexión y arrepentimiento de sus faltas, omisiones y pecados que año tras año se ven redimidas por el Redentor del mundo.

Siempre he oído que después del calvario viene la gloria y que no hay gloria sin sufrimiento. El Sábado Santo después de la hora Nona, que viene a ser sobre las tres de la tarde, el obispo acompañado de su clero iba a al Templo. En el atrio, se encontraba el fuego que había sido encendido con una chispa de pedernal. En aquella época no se conocían las cerillas ni mecheros, pues estoy hablando del siglo IX. Cada día antes de Vísperas se encendía las lámparas y cirios con el fuego sacado de la propia naturaleza, porque nada profano había de mezclarse con la sublime majestad del oficio divino, bendiciéndose el fuego, antes de la ceremonia, con una oración.

Aquella costumbre fue cayendo en desuso durante el siglo X pero se conservó en la solemnidad del Sábado Santo, por su particular significado. El fuego nuevo al brotar repentino del pedernal recuerda a Jesús, verdadera Luz del mundo, que escondido bajo la losa del sepulcro, sale resplandeciente del mismo en su gloriosa resurrección.

El simbolismo en todas las religiones es muy importante y como estudioso del tema os hablaré de ello: En el interior del templo se apagaban todas las lámparas para reanimarlas luego al contacto del fuego bendecido. Recordando que a la muerte de Jesucristo una profunda obscuridad cubrió la faz de la tierra y sobre todo que el mundo moral que se hallaba envuelto en las más densas tinieblas; pero con la resurrección del Señor, en la Iglesia renace la fe, los Apóstoles proclaman la divinidad de Jesucristo, y todo hombre recibe el Don inefable de su Luz Divina.

El simbolismo prosigue con la ceremonia. El diácono, servidor del obispo, se reviste en su presencia de la dalmática blanca, anunciando el gozo, y mientras su prelado continúa con la capa morada de los días de penitencia. El diácono, que simbolizando el retorno del sepulcro, entra en la iglesia y anuncia por tres veces a los fieles congregados, con tono más y más elevado el Lumen Chisti: “Ved ahí la luz de Cristo”. Cada vez que entona prende con el fuego nuevo una de las candelas que lleva puestas en una caña, con lo cual parece decir: “Cristianos dad gracias a Dios, pues Cristo acaba de resucitar y os trae la luz con la cual podréis reconocer un solo Dios en tres Personas, como tres son las candelas que forman un solo cuerpo con la caña”.

Dicho fuego nuevo, símbolo de la resurrección, era recibido con veneración por nuestros antepasados y en algunas regiones antes de ir a la iglesia apagaban los hogares y al volver los reanimaban con el fuego nuevo llevado de la Iglesia.

En los escritos de Dom Gueranger (1*) dice que cada año en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén si obraba un milagro. Ante el pueblo fiel congregado una de las lámparas que estaba suspendida sobre el sagrado monumento de la victoria de Cristo, se encendía por sí sola. Su llama servía para encender las demás lámparas, cirios de la iglesia y las velas que llevaban los fieles para renovar el fuego en sus casas.

Durante los siglos XI y XII fue el espíritu de recobrar los Santos lugares, como el Santo Sepulcro, lo que llevó al Papa Urbano II a predicar la primera Cruzada, aludiendo al citado milagro como una de las razones por las cuales los pueblos deberían venerar el Santo Sepulcro de Cristo.

El cirio Pascual que es una vela grande de peso y tamaño, representa la figura de Jesús vuelto a la vida. Para que tenga presente el sentido misterioso de aquella luz, el cirio se adorna, como el cuerpo glorioso de Cristo, con cinco cicatrices formadas por los cinco granos de incienso que el diácono clava en la cera en forma de cruz, cantándose el Exúltet, con el cual se anuncia la fiesta de Pascua.

Por muchos años sirvió el cirio pascual de calendario, pues en su misma cera o en tablillas de él suspendidas se escribía la fecha de las festividades móviles dependientes de la Pascua. Era el patriarca de Alejandría, ayudado de sus célebres astrónomos, quienes calculaban la fiesta de Pascua y enviaba al Papa el canon o lista de las fiestas del año. El Papa lo comunicaba a las Iglesias de Occidente y a los Obispos, a falta de impresos, las anunciaban a los fieles por medio del cirio Pascual.
_______________________
(1*) Dom Posper, fue abad del priorato benedictino de Solermes (Francia) y fundador de la Congregación de la Orden de San Benito Abad en Francia. Sus escritos permitieron redescubrir el sentido de la liturgia, la fuente del verdadero espíritu cristiano.


Cuenca, 15 de abril de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

No hay comentarios:

Publicar un comentario