lunes, 10 de abril de 2017

La última cena de Jesús. Siguiendo con la traición de Judas

Institución de la Santa Eucaristía


Fue en la ÚLTIMA CENA donde se descubrió la traición. Llegaba ya a su fin el mes de Nisán (*) Era la tarde del jueves, pero según el modo de contar el tiempo de los judíos, había ya empezado  en viernes, primer día de los ácimos.

Era el momento de cumplir con los ritos simbólicos de la Pascua.

El Cenáculo estaba dispuesto para recibir a Jesús y a sus discípulos. Todos llegaron al anochecer. Venían de Betania. Sentándose a la mesa los doce alrededor del Maestro, y empezaron a cenar.
Ninguno de los ritos ordenador omitió Aquel que un día dijo a Juan Bautista: “Menester es que cumplas todas las prescripciones de la Ley”.
Tras la primera parte de la cena en que se comía el cordero pascual con pan sin levadura y lechuga silvestre, seguía la otra que era menos ordenada y estaba separada de la primera por la ablución de las manos.

En esta segunda parte de la cena instituyó Jesús el más augusto de los Sacramentos, la Eucaristía, y la más sublime de las dignidades, el sacerdocio.
No traeremos aquí todos los pormenores del relato evangélico, pero sí recordaremos los hechos principales.
“Mis amados apóstoles –dijo el Señor- con vivas ansias deseé comer esta Pascua con vosotros, antes de que padezca”.

En el momento en que el ritual ordenaba a los convidados que se lavasen las manos, Jesús, el Hijo de Dios, a punto de pasar de este mundo al Padre, sabiendo ya que Judas le había vendido, quiso dar a los suyos a quienes tanto amaba, nuevo y supremo testimonio de su amor. Tomó un paño y se lo ciñó a la cintura, vertió agua en un lebrillo y arrodillándose ante sus apóstoles, empezó a lavarles los pies.
Simón Pedro no pudo aguantarlo. Cuando Jesús se llegó a él, exclamó: “¿Ti Señor, tú lavarme a mí los pies?
-No entiendes ahora lo que hago- respondió Jesús con mansedumbre- ; más adelante lo sabrás.
-Jamás toleraré- repuso Pedro- que Tú me laves los pies.
-Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo.
-¡Oh! Si es así, señor, lávame no solamente los pies, sino las manos y la cabeza.
-No es necesario- insinuó Jesús- El que acaba de lavarse limpio está; sólo necesita lavarse los pies, para limpiar las manchas del viaje. Vosotros, limpios estáis, bien que no todos.
Nuevamente se sentó Jesús a la mesa, afligido estaba visiblemente por la inminente traición de Judas: “En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me hará traición, y ese tal como conmigo”.
Los discípulos horrorizados se miraban unos a otros, dudando de quién hablaría. “¿Quién es?, dijo Pedro al oído de San Juan. Y Juan, recostándose más sobre el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿Quién es?
-Es aquel a quien Yo daré ahora pan mojado.
No oyeron los demás apóstoles estas palabras: “Señor, ¿seré yo por ventura? También Judas le preguntó: “Señor, ¿soy yo acaso?” “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús, como para obligarle a que parase mientes en la gravedad de su pecado. Esta respuesta de Jesús la oyó solamente el traidor y la entendió, pero se obstinó en su culpa.

Teniendo muy presente a su espíritu la inicua traición de Judas, instituyó Jesús el Sacramento por el que se dio a en comida a todos los fieles hasta la consumación de los siglos.

Tomó el pan con sus santa y venerables manos, lo partió y dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed: esto es mi Cuerpo”.

Tomando asimismo el cáliz. Dio gracias, y se los dio diciendo: “Bebed todos de él: porque ésta es mi Sangre, Sangre del nuevo Testamento, la cual será derramada por muchos para remisión de sus pecados”. Y Añadió: “Haced esto en memoria mía”.

Tales fueron con admirable sencillez e inefable grandeza, la primera comunión y la primera ordenación. La fe y la pereza de corazón tan admirable de los once apóstoles fieles, consolaron algo al Divino Maestro de la infame traición de Judas.

Cuenca, 10 de abril de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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(*) Nisán: El mes de abril en el Hebreo se le conoce como el mes de Aviv o Nisán. Este mes es el primero del año para los Hebreos y celebran la Pascua (Ex. 12, 1-2) porque fue en una noche del mes de Aviv cuando Dios los sacó de Egipto (Dt. 16, 1).

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