lunes, 22 de mayo de 2017

El milagro de la vida

En nuestra época la ciencia ha sustituido la intervención Divina


Cada mujer siente la maternidad desde un conjunto de emociones personales, con todo tipo de matices relacionados con la protección y el amor. Para muchas mujeres es el proyecto culminante de su vida. La transformación que una mujer experimenta al quedar embarazada dependerá de: la educación, el carácter, la herencia genética y la situación laboral entre otros factores. El sentimiento maternal se desarrolla a partir del nacimiento del hijo; anteriormente al embarazo suelen desarrollarse el instinto maternal, el anhelo de tener un hijo, su cuidado y su educación posterior es un sentido
instintivo en la mujer como parte del concepto biológico humano.

El plantearse tener descendencia lo hacen las parejas cada vez más tarde. Es cierto que en nuestros días existe un desajuste entre la sociedad y la biología humana. Mientras que la naturaleza exige que los embarazos se den en edades tempranas, la sociedad los retrasa al no querer renunciar a una carrera profesional o a otro condicionante social.

Como investigador histórico eclesiástico diré que son muchas las citas bíblicas donde se destacan los casos de embarazos tardíos o de mujeres infértiles que con la intervención de Dios consiguieron la maternidad. En nuestra época la ciencia ha sustituido la intervención Divina y son muchos los procedimientos que se experimentan para realizar el milagro de la vida en una mujer.

Tras varios años de convivencia una pareja se plantea el tener descendencia y si esta no llegan, en muchos casos, la estabilidad de la pareja comienza hacer aguas y se convierte en un verdadero problema, que a veces resulta obsesivo. A partir de aquí se busca la manera de ser padres y se preguntan por los distintos procedimientos que le brinda la ciencia actual.

Aun cuando la intervención médica está a la orden del día en nuestro tiempo, son pocas las personas que se atreven a hablar del problema de cómo tuvieron que recurrir a la ciencia para tener a sus hijos.
Cuando una mujer entra en un tratamiento de fecundación in vitro (FIV) resulta un camino muy duro emocionalmente, sobre todo cuando después de varias intervenciones le dicen que no ha quedado embarazada. Me contaba una compañera de trabajo que es como si se sintiera vacía. Lo contario ocurre cuando esos óvulos son fecundados y el pensar de saberse futura madre pueden con toda dificultad que se pueda presentar.

Otro de los procedimientos es la ovodonación, que es la implantación de óvulos de una donante. La preocupación en este método es la carga genética que puede aportar, la madre se plantea el pensar que su hijo no dispondrá de los mismos genes que sus antepasados.

Cuando el problema de maternidad viene dada por una enfermedad grave. Si se piensa en ser madre en un futuro, se recurre a la vitrificadión de óvulos. Consiste en guardar los óvulos en buen estado por si se planteara la posibilidad de ser madre en un futuro. Permite posponer la capacidad reproductiva de una mujer el tiempo que desee, con las mismas posibilidades que en el momento en que se vitrificaron los ovocitos, pudiendo alcanzar la madurez sin experimentar una disminución significativa en la capacidad para concebir.

Al día de hoy se habla de la gestación subrogada; se ha abierto una gran polémica como es la forma de tener hijos sin haberlos parido, hecho que en nuestros días se están dando por encima de la adopción, según los datos de la Sociedad Española de Fertilidad. Este tipo de gestación parece que estaba, hasta ahora, limitada a las parejas gays, o familias monoparentales, ya fueran hombres o mujeres solas. Hay países donde este tipo de gestación está regulada por ley y es más sencillo llegar a este tipo de maternidad que en España.

Ante estos avances médicos, relacionados con la maternidad, han permitido que las fronteras del significado de ser madre se alteren, convirtiéndose en un comercio, para satisfacer las necesidades de ser madre. Todo ello ha obligado a que los gobiernos establezcan leyes que protejan y amparen la maternidad.

Ante todo esto nos queda pensar que nuestra existencia es fruto de una casualidad o por el contrario es fruto de una especial providencia de Dios.

Cuenca, 23 de mayo de 2017

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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